jueves, 15 de diciembre de 2011

Escondite

En ocasiones, parece que las lagrimas tengan mucho más peso de lo que parece,
porque siempre que intentas retenerlas en los ojos, acaban cayendo
como si la ley de la gravedad tuviera mucha más fuerza sobre ellas.
Continuamente, escondemos nuestros sentimientos,
hasta tal punto que no sabemos siquiera qué estamos sintiendo,
te paras a pensar un segundo en el por qué de tus lágrimas,
de tus noches sin dormir, de tus miradas perdidas,
y llegas a la conclusión que no eres de piedra, no puedes ignorar todo lo que te envuelve,
te va a afectar de una manera o de otra, quieras o no quieras.
A veces te obligas a ser fuerte para ayudar a otra persona,
y en realidad esa es una muy buena escusa para sentirse mal, pero solo por dentro.
Es una sensación extraña cuando piensas que tu máscara es suficientemente fuerte y creíble,
y en realidad no lo es.
Es un sentimiento extraño el compartir tus sentimientos con alguien, porque piensas que no va a saber que decir, y lo vas a poner en una situación incómoda.
Es inútil pensar que las palabras de alguien te harán sentirte mejor, porque no hay suficientes palabras en nuestro vocabulario para expresar como se siente estar en una situación así. Y no hay suficientes palabras en este mundo para hacerte ver que pasándolo mal no arreglaras nada, pero es totalmente inevitable, el dolor, el agotamiento, lo hace real, te demuestra cuanto te importa esa persona, cuanto darías por ella.
Las palabras nunca son, y nunca serán suficiente, a veces, un simple abrazo, una mirada, te reconforta muchísimo más. A veces, es totalmente necesario, el notar que alguien está allí, por ti, pase lo que pase, que te apoye y te abrace sin que se lo pidas, y te deje llorar en su hombro hasta que te canses. A veces, se necesita a una persona que te abrace hasta que te duermas, pero no siempre pueden estar todos cuando los necesitas. Y te tienes que conformar con oír su voz.

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